El aclamado Cormac McCarthy (Blood Meridian, No Country for
Old Men) traza una ciertamente inusual trayectoria moral en esta historia de
amor paterno-filial: el apocalipsis ya es realidad indubitable, y mientras el
planeta lanza sus últimos y tremendos estertores agónicos, lo único que queda
de él son caníbales y verdaderos zombies (de hecho, la adaptación casi podría
haber sido encargada a George A. Romero) alrededor de un hombre (Viggo
Mortensen) y un niño (Kodi Smit-McPhee) cada vez más acorralados físicamente, pero sin
embargo excepcionales, solitarios supervivientes de lo que alguna vez debió de
ser apreciado como el modo correcto, recto de actuar. La versión
cinematográfica bebe de la tradición consagrada por Ladri di biciclette, en
tanto el hijo aparece en algún sentido menos temeroso, más adulto que su
progenitor; y de la escuela de los filmes-ensayos narrativos, cuyo ejemplo más
próximo en más de una manera sería Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago.
En el caso que nos ocupa, la cámara pictórica del maestro Javier Aguirresarobe
alcanza momentos de pleno protagonismo, ofreciendo una paleta cuasi
blanquinegra que refleja fielmente la crueldad irrevocable de un destino, de un
inefable camino, que no por ello permanecerá exento de giros o esquinas
aparentemente inconcebibles.
sábado, 23 de junio de 2012
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